jueves, 8 de marzo de 2012

LÍMITES DE LA PEDAGOGÍA

L
a primera trampa que  debe de superar un equipo cuando inicia una empresa educativa es la de clarificar qué significado se da a la idea de educación. Si se da una ojeada histórica  a los ideales educativos, encontraremos infinidad de significaciones. Básicamente ésta se pueden agrupar a dos grandes familias, las que ponen el énfasis en un proceso de cambio  y las que destacan sobre todo un resultado final.
   En el primer caso, el progreso educativo se mide  identificando los cambios que se han producido en un momento anterior. En éste caso hablaríamos de progreso en términos absolutos.
   En el segundo caso, el progreso educativo se mide identificando los cambios que se han producido en un sujeto o grupo comparándolo con un patrono externo que sirve de punto de referencia. En éste caso hablaríamos de progreso en términos de relativos.
   Como se puede ver, si el desarrollo se mide en términos absolutos, entonces podemos ser triunfalistas y decir que la educación es un instrumento fundamental porque siempre hay cambio y progreso. Ahora bien, si el progreso educativo se mide a partir de la comparación con un refente externo, entonces la cosa se complica ya que perfectamente nos encontraremos  situaciones en el que el progreso en términos absolutos es alto, pero es insuficiente de cara a la obtención de los mínimos que determina  éste patrón externo.
.   Alrededor del concepto educación  giran toda una serie de palabras que en muchos casos se requiere presentar como si fuesen sinónimos, claramente no lo son, es preciso clarificar que significado se le da al concepto  educación y la utilización adecuada de los conceptos, ya que cada concepto tiene connotaciones diferentes.
    Es necesario tratar de evitar la confusión entre la buena voluntad  y la intencionalidad educativa. Toda acción educativa quiere generar unos cambios, unas transformaciones. Promover cambios desde la educación  es tener la intención de educar, mientras que trabajar de forma consciente para asegurar los cambios concretos que se esperan obtener  es ejercer una intencionalidad educativa. Mientras que la primera queda dentro del terreno de las actitudes, la segunda configura el terreno de los resultados  y de los efectos previstos.
   Es necesario que todo equipo educativo evite caer en la confianza educativa en el rigor de la planificación.  En este caso, el éxito de la educación se basaría en la idea de que una buena planificación garantiza  el control total de las variables  que confluyen en el proceso educativo. Ciertamente una parte importante del éxito se basa  en tener un buen diseño, pero sería un error imperdonable olvidar que existe infinidad de limitaciones y condicionantes que no se pueden controlar.
   Un error en las actuaciones socioeducativas  consiste en no entender la profundidad  de lo que realmente significa pertenecer a una red. Existe una marcada tendencia a trabajar  desde los recursos de forma aislada, como si en este recurso  tuviese que pasar todo: se compensará el pasado, se estimulará el presente  y se consolidará el futuro.
También puede existir una equivocada percepción de las posibilidades de desarrollo de la persona que se educa. Se parte de la idea de que si se confía plenamente en el educando, éste siempre evolucionará  positivamente hasta los objetivos  que se han fijado en la planificación.
   Ciertamente  la actitud inicial de incidir educativamente en el otro, de posibilitarle los medios para su crecimiento, la preocupación para desvelar  todas sus potencialidades, son el elemento clave para su motivación en el acto educativo.

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